Raúl Alejandro Enciso se bañaba todos los días a las siete. Entraba a la ducha un minuto después de que el despertador sonara a tan solo veinte centímetros de su oreja izquierda. Tres timbrazos, una media vuelta y arriba. Siete pasos hasta el baño, la luz a la derecha, el cepillo de dientes, el Noc10 y la escupida treinta segundos mas tarde. Luego su mano derecha descorría la cortina plástica y movía la llave hacia la izquierda.
Martín Gaviria no se bañaba todos los días, pero siempre que podía lo hacía de noche. A veces ni bien llegaba a su casa y otras justo antes de acostarse, que era cuando mas le gustaba darse el baño. Nunca preparaba una toalla y por eso su baño era habitualmente un desastre húmedo.
Raúl comenzaba su ritual por el shampoo porque pensaba que lavar primero el cuerpo y luego echarle encima la mugre que cae de la cabeza al enjuagarla era un verdad un despropósito. Su método de enjabonado comenzaba siempre por las piernas, luego los pies, entre los dedos, la parte de atrás de las rodillas, el bajo vientre, el upite, toda la panza, la espalda, los sobacos y por fin la cara. Por último dedicaba un buen rato a limpiar bien las orejas, para evitar las infecciones.
Martin, en cambio, entraba y salía de la ducha lo mas rápido posible. Muchas veces pensaba que con el jabón era suficiente y que no tenía tan sucia la cabeza. Otras se ponía solo shampoo y con lo que caía de la cabeza se enjabonaba el cuerpo. Le gustaba el agua tibia.
Una vez que cerraba el agua, Raúl tomaba la toalla limpia que lo aguardaba a diez centímetros de la cortina. Entonces comenzaba el ritual de secado minucioso que había ido perfeccionando a lo largo de los años. Las piernas, el trasero, el bajo vientre, la panza, los sobacos, la espalda y por último el pelo. Las orejas se secaban luego con una toalla de microfibra especial y el interior de los oídos con dos hisopos de algodón.
Martín chorreaba agua hasta el cuarto, donde agarraba alguna toalla vieja y semi húmeda de alguna baño anterior. Casi siempre estaban cerca de la cama. Nunca se secaba las piernas o el pelo. Simplemente se secaba un poco la cara y se echaba la toalla sobre la espalda mientras comenzaba alguna actividad sin sentido como ojear una revista o cortarse las uñas de los pies con los dedos de las manos.
Raúl usaba el secador de pelo, sobretodo en invierno. Martín lo odiaba y por eso no tenía uno ni lo deseaba. Raúl murió a los treinta y siete años en un accidente de tren. Martín todavía moja la habitación cada dos noches.
Gervasio Goris es un escritor y musico argentino. Estudio Economia y Ciencia Politica en la Universidad de Buenos Aires y
tras graduarse en 1999 se dedico a escribir musica. En el 2003 tomo su velero y decidio subir navegando hasta Miami donde vive el resto de su familia. Hoy se dedica a escribir cuentos y novela sin abandonar jamas su pasion por las canciones....more
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