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La misma ruta

from Hombre Verde by Gervasio Goris

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lyrics

Siempre pensaba mientras iba en el auto. No hay nada mejor para hacer. Es la misma ruta, los mismos veinticinco kilómetros al mismo trabajo, la misma radio que pasa la misma canción una y otra vez. A Esteban no le quedaba otra que pensar mientras manejaba.
Esa noche pensaba en lo absurdo que era todo, en como se le había pasado la vida estando solo, acompañado, solo. Sus tres hijos no eran un consuelo porque sabía (tenía la certeza en realidad) que seguirían su mismo camino: el de la incertidumbre. Este hecho no solo lo ponía triste, sino que le daba una suerte de fervor agnóstico que solo podía quitárselo bebiendo. Entonces supo que otra vez debería detenerse en el Tootsie’s.
Cuando entró vio a los mismos de siempre. El barman le sirvió el mismo whisky, probablemente en la misma copa. Mientras daba el primer sorbo se dedicó a observar a las chicas, que una vez mas, tristemente comenzaban a cubrir su aburrimiento. Ya las conocía a todas: Betty, Sammy, Leslie, Aurora y María de los Ángeles. A ellas también se les había pasado la vida entre copas y sábanas sucias.
Casi siempre elegía a Betty, que no era la mas linda, pero con seguridad era la mas limpia. Siempre se lavaba con jabón desinfectante después de tener sexo. Esteban había llegado a apreciar ese olor a limpio que desprendía.
Sin embargo esa noche eligió a María de los Ángeles, que era la mas joven de todas. Tendría unos diecinueve y hacía tres meses que había llegado de México. No era bonita, pero aún conservaba un aire de inocencia que la hacía única y le sentaba bien.
Mientras subía las mismas escaleras pensó, como siempre, en su esposa Sally que debía estar cocinándole un pierna de puerco al horno. Era martes y el puerco nunca fallaba.
El trámite sería corto. Al entrar en la habitación, le pidió a María de los Ángeles que se desvistiera frente a él. La joven le hizo caso quitándose sin mucha docilidad las mismas desgastadas prendas que lucía cada noche. Entonces se le acerco a Esteban para intentar incitarlo, pero el la detuvo diciéndole que esa vez solo quería mirarla un poco. A pesar de su corto tiempo en la profesión, María de los Ángeles ya estaba acostumbrada a todo, y el pedido no le resultó extraño. Muchos de sus clientes pagaban el turno solo para hablar con alguien. Ella también tenía ganas a veces de pagarle a alguien para que la escuchara.
Entonces Esteban se quedó en silencio, observando el cuerpo redondo y desnudo frente a el. Se dio cuenta de que nunca las había mirado del mismo modo en que miraba a sus hermanas o a su mujer. La miró por largo rato, reconociendo cada pliegue y cada marca. María de los Ángeles volvió a preguntarle que quería hacer (al fin y al cabo ese era su trabajo) y el se quedó mirándola a los ojos en silencio, inmóvil desde esa cama compartida que en ese instante le parecía el rincón mas aislado del universo.
En eso se dio cuenta de que su vida si podía servir para algo. Podía servir de experiencia al menos. Pudo imaginar como María de los Ángeles se haría vieja mientras pasaban los hombres y los años. Como ella también se desperdiciaría y como los clientes la irían dejando de lado de manera inevitable. Esto no solo le dio rabia e indignación, sino que también le dio vergüenza. El mismo era culpable de lo que iba a sucederle.
Le preguntó si le gustaba lo que hacía y ella contesto que si, que haría lo que el señor quisiera. Entonces le levantó la voz insistiendo en la pregunta que si en verdad le gustaba su trabajo o si preferiría hacer algo distinto con su vida. De golpe María de los Ángeles se aflojó y empezó a contarle lo mucho que extrañaba a su mama, que estaba en Veracruz. Le contó que muchas veces se sentía tan sola y que su sueño era formar una familia.
Esteban se dio cuenta de que la pobre chica vivía en un pozo triste del cual nunca podría escapar. En el fondo, sus vidas se parecían bastante. Quería ayudarla de alguna modo pero no sabía como. No podía mandarla de regreso a México, de donde se había escapado, no podía casarse con ella porque la veía mas como a una hija que una esposa.
Pensó en si mismo y en como era que sentía que su vida se la había llevado el fracaso. Tenía una familia y un trabajo estable. Una Cherokee y veinticinco kilómetros con una parada en el Tootsie’s u otro bar. Pensó en que si no hubiera parado en esos bares tan a menudo, tal vez su vida hubiera sido diferente. Probablemente se hubiera separado ya de Sally, que no era mala mujer, pero en verdad no le movía un pelo. Quizá hubiera encontrado a alguien que en verdad lo quisiera. Pero los quizás le quedaban ya a veinte años de distancia. Veinte años era mucho tiempo.
Se decidió a cambiar algo al menos. Ya era tarde para arreglar su matrimonio, cambiar de trabajo y reconfigurar su vida, pero al menos tenía la esperanza de poder salvar a alguien. Le pidió a María de los Ángeles que se vistiera rápido. Habían pasado solo diez minutos y ella pensó que al menos le pagaría la hora completa porque sabía que Esteban era generoso. Mientras sacaba el fajo de billetes del sueldo que acababa de cobrar, le pidió que le prometiera una cosa.
Ella lo miró sorprendida mientras Esteban apilaba los billetes de cien sobre su mano. Casi con impaciencia le rogó que no desperdiciara su vida como el resto de las chicas, que ella podía ser más, que tenía esta posibilidad de animarse a soñar y que la decisión debía tomarla ese mismo día. Le explicó como en cada curva que tomamos a lo largo del camino, nos jugamos la existencia. Que la veía capaz de pisar el freno y dar la vuelta para retomar el camino que la había traído a los Estados Unidos.
A María de los Ángeles se le llenaron los ojos de lágrimas. Alguien por fin se interesaba en ella. En principio creyó que la quería sacar de allí para llevarla con el. A ella eso le hubiera gustado, pero no iba a serle tan fácil. Le hizo prometerle que esa misma noche se iría del Tootsie’s para no volver nunca mas, que debía tomar un bus a Denton donde un amigo suyo le alquilaría un cuarto bien barato.
La chica no entendía bien pero asentía mientras Esteban le hacía notas en un papel. Ahí estaba la dirección de su amigo y el teléfono de otro hombre que le daría trabajo de camarera en un bar universitario. Ella pensó que tal vez allí conocería a alguien que valga la pena, no como los miserables que iban al Tootsie’s. Tenía que salirse de esa mierda de una vez y para siempre. Comenzaba a creer en el sueño que la había traído desde la pobreza y a través del desierto. Esteban le entregó el papel plegado en cuatro. Adentro había doce billetes de cien adicionales a los seis que ya le había dado en mano. Se los daba para que pudiera respirar por un mes al menos.
María de los Ángeles lo abrazó, pero de un modo en que nunca lo habían abrazado: con ternura. Por fin había hecho algo por alguien.
En el camino hacia su casa Esteban siguió pensando mucho. Principalmente le quedaba la duda de si ese dinero le serviría a María de los Ángeles para cambiar de vida o si sería girado a Veracruz al día siguiente. De cualquiera de las dos maneras estaba mejor gastado que en putas. Se había decidido a no volver al Tootsie’s o a ninguno de esos bares que frecuentaba en el regreso a su casa. A su esposa le diría que había negociado una reducción de las horas para poder pasar mas tiempo con la familia. En verdad quería volver a pescar, a salir los sábados al cine. Tenía ganas de vivir.
En la intersección de la 635 y Midway un camión lo encerró contra la pared. Lamentablemente aún le quedaban seiscientos cincuenta y cinco dólares en la cartera. Mientras daba tumbos la Cherokee, Esteban sonreía. Estaba plenamente feliz de morir habiendo sido útil para algo. Dos días mas tarde María de los Ángeles le envió unas rosas anónimas a la viuda.

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from Hombre Verde, released January 12, 2016

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Gervasio Goris Miami, Florida

Gervasio Goris es un escritor y musico argentino. Estudio Economia y Ciencia Politica en la Universidad de Buenos Aires y tras graduarse en 1999 se dedico a escribir musica. En el 2003 tomo su velero y decidio subir navegando hasta Miami donde vive el resto de su familia. Hoy se dedica a escribir cuentos y novela sin abandonar jamas su pasion por las canciones. ... more

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